martes, 23 de septiembre de 2014

CUENTOS E HISTORIAS PARA LA TERNURA. La historia de este dìa 22 de septiembre del 2014. LA BATALLA DE ZACATENCO. 22 DE SEPTIEMBRE 1968

Amigas y amigos, en esta ocasiòn les envìo la historia de la Batalla de Zacatenco. Como podràn ver, es un trilogìa de Batallas de los estudiantes del Politecnico en contra de los granaderos, grupos paramilitares y el Ejercito Mexicano. El 21 de septiembre  la Vocacional 7, el 22 Zacatenco y el 23 el Casco de Santo Tomàs. Se ve que los chavos, chavas, porfesores y profesoras del IPN eran bravos, valientes y cabrones. Va pues esta batalla de Zacatenco en el testimonio de Fernando Hernández Zárate. La fuente es la misma de ayer, la revista Nexos, en el mismo link. Sale, un abrazo para ustedes y mis respetos y admiraciòn para aquellos que ese dìa se la rifaron y jugaron la vida e inclusive la perdieron.





22 DE SEPTIEMBRE DE 1968 
LA BATALLA DE ZACATENCO

A mí me tocó la resistencia en Zacatenco. Para nosotros era importantísimo cuidar los mimeógrafos, el papel que teníamos en las escuelas superiores y en las escuelas vocacionales. El domingo 22 de septiembre, organizamos la resistencia contra los granaderos para tener la oportunidad de sacar todo ese material. Como Zacatenco es muy grande, pedimos refuerzos del Casco de Santo Tomás. Fue entonces cuando me dieron un balazo y me hicieron pedazos todo el cuerpo,por una traición. Yo tenía un compañero que siempre andaba conmigo; incluso en mis viajes de Zacatenco a CU los hacía en el asiento trasero de su motocicleta.El desplazamiento era complicado y yo tenía la responsabilidad de mi escuela,era el Secretario General de la Sociedad de Alumnos y en ese momento del Comité de Lucha de la Escuela Superior de Economía. Cuando terminó el enfrentamiento con los granaderos en Zacatenco, mi acompañante me señaló que ya habían sacado todo y que era necesario huir.

Entonces, me dice: “Aquí vive mi tía. Súbete a la azotea y yo subo luego por ti”. Me subo y espero, me asomo por la azotea y lo veo platicando con un comandante de granaderos, luego suben como ocho ganaderos rompiendo cristales y van por mi y me agarran a patadas, me dan golpes, me lesionan de la cara, todavía tengo la cicatríz, me desvían el tabique, me lastiman la próstata, me dan un balazo en la pierna. Bajo todo golpeado, voy botando sangre por la boca y la nariz, por la pierna. La pierna no la sentía yo. Tenía una fractura en la clavícula y dolores intensísimos. Cuando bajo me cachetea un comandante de los granaderos (debe vivir) y me dice: “Comunistas hijos… Dime, grítame lo que nos decías que somos”. 

Me pega en la cara y yo siento desfallecer. Entonces, me arrastran hasta una panel y supuestamente me llevan preso; dentro de la panel iban tres señoras, jóvenes también; yo vengo sangrando por todos los golpes que me habían dado, los testículos me empezaron a crecer de una manera horrible y ya no veía más con un ojo, este otro lo tenía muy dañado, una lesión que me hicieron en la cabeza y yo sentía que me iba a desmayar. 

Empiezo a quejarme y las señoras gritan a los que iban conduciendo la panel “se está muriendo”, se paran y me trepan a una ambulancia de la Cruz Verde y de ahí me llevan al Hospital de Traumatología de La Villa. En el hospital me esposan a la cama, me ponen suero, me meten una sonda y me empiezan a revisar. Me dice un médico: “Oye muchacho, vienes muy mal pero a ver qué hacemos”. En ese momento llega el médico legista de la policía, me revisa y dice: “Me lo tengo que llevar”. El otro médico le dice: “Tan pronto como termine y le saquemos unas placas pueden hacer con él lo que quieran, pero en estos momentos está bajo mi responsabilidad”. Sentí solidaridad de parte del cuerpo médico y de las propias enfermeras que estaban ahí, muy pendientes. Me dice uno de los médicos: “¿Quién eres? ¿Cómo te llamas? ¿Le podemos avisar a tu familia?” Entonces, yo doy el teléfono de unos compañeros de la Escuela de Medicina, porque ya teníamos preparado un equipo que ha había sacado a otros compañeros de los hospitales donde caían heridos. Se formaba una brigada, se uniformaban de médicos y como eran estudiantes de medicina tenían acceso.

Fueron por mí a las nueve de la noche, cuando se hacía el cambio de guardia y estaba por irme a recoger la policía. Entonces llegan los compañeros de Medicina y me trepan a un Renol sin asiento; en ese momento también le dicen a unos ambulantes que saquen una ambulancia con la sirena abierta y llegan otros compañeros del Politécnico con piedras. Las patrullas y motocicletas persiguen a la ambulancia mientras me conducen a Tlatilco, porque nosotros habíamos logrado el apoyo de la zona de Santa Julia, Atzcapotzalco,Tlatilco, Santa María la Ribera, nuestros lugares comunes, donde vivíamos. Allíla gente nos recibía en sus casas. Después, ya puder irme a un hospital en las afueras de la ciudad.

De esas colonias salieron durante el movimiento jóvenes lumpen que también tenían mucho contra la policía y participaron en los Comités de Lucha con nosotros, trabajando, repartiendo volantes. No eran estudiantes pero se sumaban a las manifestaciones y cuando había represión ellos se fajaban con nosotros a la hora de los enfrentamientos. Entonces sucedió algo que fue publicado en los periódicos: hubo renuncias masivas de la policía preventiva y de los granaderos. Al paso de los años he podido platicar con distintas personas; algunos alumnos del Politécnico eran hijos de policías, granaderos, o agentes. Con las renuncias vino un descontrol de los cuerpos policiacos; por eso entró el ejército.

En esos días, buena parte de la ciudad estaba paralizada.Las brigadas políticas tenían una función tremenda para levantar a la población civil. Una vez nos fuimos en una brigada al Teatro Blanquita. Esto había sido como el 18 de septiembre. Dos o tres compañeros agarraron a los dos policías dela entrada y les dijeron: “No se muevan”. Entramos e hicimos un mitin con el público, mucha gente de provincia. Estaba tocando Pérez Prado. Nos quiso interrumpir el baterista y Pérez Prado hizo que se callara, nos dio chance de hablar y una vez que terminamos él mismo se tiró un rollo. Les dijo en su estilo que se trataba de una lucha de los jóvenes y nos dedicó el mambo del Politécnico.


También establecimos un contacto muy estrecho con el Movimiento Revolucionario Ferrocarrilero, y hacíamos mítines en Pantaco. Los ferrocarrileros nos dijeron un día: “Ustedes no saben luchar, muchachos. Les vamos a decir de qué manera deben hacerlo” y nos regalaron tres peroles llenos de tuercas de deshecho; nosotros, como éramos de provincia,sabíamos manejar la honda. Las tuercas nos fueron muy útiles para defender el Casco y Zacatenco.





Francisco Hernández Zárate nació enOrizaba, Veracruz, donde su padre, obrero de la Cervecería Moctezuma, sufrió cárcel por su actividad sindical. Egresado de la Escuela Superior de Economía,desde hace varios años trabaja como asesor de diversas organizaciones agrícolas afiliadas a la Confederación Nacional Campesina.

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