jueves, 21 de noviembre de 2013

CUENTOS E HISTORIAS PARA LA TERNURA. La historia de este día 21 de noviembre del 2013.



Amigas y amigos. 

Este día 21 de noviembre se cumplen 91 años del asesinato del gran mexicano Ricardo Flores Magón. Periodista, revolucionario y anarquista, Don Ricardo fue asesinado por el gobierno americano en común acuerdo con el gobierno mexicano. En este día les envío un  extracto  del texto escrito por otro anarquista mexicano  compañero de Flores Mágón, Librado Rivera y que tituló PERSECUSIÓN Y ASESINATO DE RICARDO FLORES MAGÓN. Espero que esta lectura les conmueva. El link en donde pueden encotrar el texto comple es el siguiente; http://www.antorcha.net/biblioteca_virtual/literatura/pqsla/1.html
 Un abrazo y que las acciones y pensamientos de Don Ricardo Gómez Magón vivan siempre en el corazón de los mexicanos y mexicanas. 




PERSECUSIÓN Y ASESINATO DE RICARDO FLORES MAGÓN



Conocí por primera vez a Ricardo Flores Magón en el Primer Congreso del Partido Liberal Mexicano, reunido en la ciudad de San Luis Potosí el 5 de febrero de 1901. El Congreso estaba formado por delegados de los diferenteS grupos liberales establecidos en toda la República, correspondiendo, de esta manera, a un llamamiento hecho por varios liberales y entusiastas potosinos, opuestos a la dictadura de Porfirio Díaz.

Terminados los trabajos del Congreso, que sólo duró del 5 al 12 del mismo mes, la Dictadura desplegó todas sus actividades encaminadas a la destrucción de los grupos y acabar con sus miembros más activos. El terror fue general, como si un estado de sitio se hubiera establecido en toda la República con el solo propósito de acabar con los liberales que levantaban su voz de alarma en todos los rincones del país en contra de la asfixiante dictadura del hombre más funesto y malvado que ha pesado sobre los hombros del obrero mexicano.

Los grupos liberales fueron disueltos a balazos por los esbirros de la Dictadura, y varios de sus miembros más activos asesinados a vuelta de esquina, o enviados a pudrirse en las prisiones. Ricardo Flores Magón fue preso varias veces en la ciudad de México cuando yo era también perseguido y puesto preso en la penitenciaría de San Luis Potosí y más tarde en la misma capital de la República.
La lucha franca contra la Dictadura se hizo imposible, y era preciso cambiar de táctica o resolverse a perecer. 

Decidimos, entonces, luchar ocultamente. Por este medio los grupos disueltos no dejaron de funcionar, y lo único que había que hacer era caminar con cautela, admitiendo, en los grupos secretos, sólo a los buenos y firmes luohadores.
Los periodistas independientes eran golpeados, llevados a la cárcel, asesinados o quemados vivos, y el único medio de seguir esta eficaz labor de propaganda era desde el extranjero. Ricardo, que estaba con libertad bajo fianza en México, pagó su fianza y se dirigió, en 1904, a los Estados Unidos de Norteamérica, donde nos reunimos después varios de los perseguidos que deseábamos participar, con él, los azares de la lucha.

Las persecuciones de Porfirio Díaz, aun en país extranjero, no se hicieron esperar. Ricardo Flores Magón y otros miembros del grupo fuimos arrestados y conducidos a una prisión de Saint Louis, Missouri. Más tarde, en 1907, fuimos arrestados en Los Angeles, California, y después de haber estado dos años en la cárcel de Condado, fuimos extraditados al Estado de Arizona, en donde se nos sentenció a sufrir una condena de año y medio, con el pretexto de que tratábamos de armar una expedición en los Estados Unidos para derrocar al Gobierno de México. 
Célebre proceso, porque sólo se presentó ante el Jurado una pistola y un cuchillo viejo como prueba de la expedición armada para derrocar al citado Gobierno de México. 

Pero lo que en realidad se pretendía con todas estas persecuciones era matar la Revolución que preparábamos en México desde el extranjero. Porfirio Diaz y los capitalistas norteamericanos, que tenían invertidos más de dos mil millones de pesos en diferentes empresas de explotación en la República, temían nuestra propaganda y nuestra rápida organización revolucionaria, llevada a cabo muy secretamente con más de veinticinco grupos armados en diferentes lugares del territorio mexicano; y con el encarcelamiento de Ricardo Flores Magón, cerebro de este movimiento, se pensó hacer fracasar la Revolución en su cuna.
Por un cargo semejante al anterior fuimos sentenciados y enviados a la penitenciaría de MacNeil Island, en 1912, a sufrir una condena de dos años, decretada por un juez de Los Angeles, California. En 1916 fue procesado Ricardo por otro nuevo cargo en unión de su hermano Enrique, y en 1918 fue arrestado de nuevo, juntamente con Librado Rivera, por haber publicado un Manifiesto dirigido a todos los trabajadores del Mundo con motivo de la gran carnicería europea, en la que los capitalistas de las naciones contendientes se disputaban encarnizadamente el dominio de los mercados del Universo a costa de las vidas y haciendas de millones de trabajadores llevados al matadero.
Amarrados y encadenados fuimos conducidos Ricardo Flores Magón y yo a la penitenciaría de MacNeil Island, Estado de Wáshington, sentenciados por el juez Bledsoe a sufrir las penas de 21 y 15 años, respectivamente. Las puertas de la prisión se abrieron una vez más para nosotros. El 15 de agosto de 1918, los sombríos calabozos de la isla de MacNeil recibían nuestros cuerpos con sonrisas de burla y de triunfo; se sellaba, para siempre, la vida activa de un gran revolucionario, pensador profundo y rebelde a toda sumisión: Ricardo Flores Magón.



EL CRIMEN FINAL
En los primeros días de noviembre de 1922, Ricardo Flores Magón fue cambiado del calabozo que ocupaba cerca del mío, a otro enteramente opuesto y lejano; la fuerte tos que con frecuencia le atacaba por las noches, no se le oía más; nuestra comunicación se dificultó con el cambio; unos cuantos minutos, antes de entrar en el comedor, nos proporcionaban siempre la oportunidad de comunicarnos asuntos que pudieran ser de algún interés para los dos.
La tarde del 20 fue la última vez que nos encontramos en las filas, así como las últimas palabras que nos comunicamos Ricardo y yo; palabras que conservo en mi memoria como eterna despedida del compañero y hermano querido, que durante veintidós años participamos juntos constantes persecuciones, amenazas de muerte y encarcelamientos por los esbirros del Capitalismo. No menos de trece años pasó aquel gran rebelde en contra de todas las tiranías, detrás de las mazmorras de México y de los Estados Unidos de Norteamérica. De los veinte años que permaneció Ricardo en aquel país, la mayor parte de ese tiempo lo pasó encadenado en los obscuros calabozos norteamericanos, país que en un tiempo fue Tierra de la Libertad y hogar de los valientes, y hoy es la Tierra de las aves de rapiña de Wall Street.
El 21 de noviembre, en la mañana, vi el cadáver de Ricardo tendido en una plancha del hospital: tenía la cara negra hasta el cuello y la frente tendida hacia atrás, como que un poderoso esfuerzo, al despedirse de la vida, había impulsado a aquel estoico luchador a exhalar el último aliento.
Ricardo había muerto en su mismo calabozo, a las cinco de la mañana. Biddle y el doctor Yohe mostraban sus rostros sonrientes y satisfechos, como si el crimen cometido con el asesinato de Ricardo los hubiera hecho acreedores a valiosa recompensa.
What was the cause of his death? (¿Cuál fue la causa de su muerte?), preguntó hipócritamente el alcalde Biddle al doctor de la penitenciaría en el momento que nos encontrábamos los tres frente al cadáver de Magón.
From heart disease. (De enfermedad cardíaca), fue la contestación del doctor Yohe, cómplice en aquel horrible crimen.
Mi primer pensamiento fue poner telegramas a los amigos y familiares de Ricardo, comunicándoles el fin trágico del camarada y amigo. Vueltos a la oficina del Alcalde, pedí permiso para enviar el telegrama en los siguientes términos:
Ricardo Flores Magón murió repentinamente a las cinco de la mañana, de enfermedad cardíaca según el médico de la Penitenciaría, doctor Yohe.
Yo no permitiré que envíe usted el telegrama en esos términos, dijo Biddle.
El doctor dijo a usted, frente al cadáver, que Ricardo murió de esa enfermedad, contesté al alcalde Biddle.
No importa; no permitiré que ponga usted en el telegrama el nombre del doctor de la institución, refutó el Alcalde.
El telegrama fue corregido en los siguientes términos y me lo presentaron para que yo lo firmara:
Ricardo Flores Magón murió repentinamente a las cinco de la mañana, de enfermedad cardíaca.
Rehusé firmarlo en la forma indicada, y expuse al Alcalde que yo no podía asegurar que Ricardo había muerto de enfermedad cardíaca.
¿Cree usted que murió de envenenamiento?, interpeló el Alcalde.
No sé, contesté a secas.
El telegrama fue, al fin, enviado en la forma que pedía el Alcalde. Lo importante, para mí, era hacer saber la muerte de mi compañero. Sin embargo, en mis cartas dirigidas a algunos de mis amigos tuve oportunidad de hacerles saber la sospechosa insinuación del alcalde de la penitenciaría para obligarme a enviar el telegrama en la forma que él deseaba.
Un día funesto lleno de profundas amarguras y de tenebrosas tristezas envolvía mi corazón. Una lucha de encontradas ideas arrastraba mi imaginación por el abismo insondable de la desesperación. Por la noche acudían a mi mente, como en tropel, imágenes representando actitudes distintas, pensativas o amenazadoras, con los puños apretados, como impulsadas todas por un solo pensamiento de venganza en contra de tanta maldad humana. Se había hecho desaparecer a un gran pensador, a un filósofo, pletórico de bellas y luminosas ideas hacia el establecimiento de una sociedad de verdaderos humanos. Se había cometido un crimen de lesa humanidad en la persona de un hombre bueno, generoso y altruísta, cuyos ideales de justicia sintetizan las sublimes aspiraciones de todos los pueblos esclavos de la Tierra. Se había quitado la existencia a un hombre honrado, cuyo trágico fin sólo es comparable con el envenenamiento del filósofo griego Sócrates, obligado, por sus verdugos jueces, a tomar la cicuta, o con el sacrificio de Giordano Bruno, fundador de la Filosofía Positivista, quemado vivo en Roma el año de 1600, después de haberlo sometido a ocho años de crueles torturas en su presidio.
San Luis Potosí, enero 8 de 1923.
Librado Rivera
5a. del General Guerrero, 29.

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